EL LADRÓN DE PELOS
Valeria era una niña muy preocupada por su papá.
Desde hacía algún tiempo, había visto que se estaba quedando calvo, y que cada vez
tenía menos pelo. Un día, se atrevió a preguntárselo:
-
Papá, ¿por qué cada día tienes menos pelo?
Su
papá le dijo sonriente:
- Es por el ladrón de pelos. Hay por esta zona un ladronzuelo chiquitito que visita mi cabeza por las
noches cuando estoy dormido, y me quita todos los pelos que le
da gana. ¡Y no hay forma de atraparlo!
Valeria
se quedó preocupada, pero decidida a ayudar a su papá,
aquella misma noche aguantó despierta tanto como pudo. Cuando oyó los primeros
ronquidos de su padre, agarró una gran maza y se fue a la habitación de sus
padres. Entró muy despacito, sin hacer ruido, para que el ladrón de pelos no pudiera sentirla, y cuando
llegó junto a su papá, se quedó observando detenidamente su cabeza, decidida a
atrapar al ladrón de pelos en cuanto apareciera. Al poco, vio una una sombra
sobre la cabeza, y con todas las fuerzas que tenía,
lanzó el porrazo más fuerte que pudo.
¡Menudo
golpe! Su papá pegó un enorme grito y se levantó de un salto, con un enorme chichón en la cabeza y un buen susto en el cuerpo.
Al encerder la luz, se encontró con Valeria de frente, con la mano en alto
sujetando la maza, y diciendo:
-
¡casi lo tenía! papá. ¡Creo que le he dado, pero el ladrón de pelos se ha
escapado!
Al
oir eso, y ver al papá con la cabeza bien
dolorida, la mamá comenzó a reirse:
-
Eso te pasa por contarle tonterías a la niña - dijo divertida.
Y el padre de Valeria tuvo que
explicarle que no existía ningún ladrón de pelos,
y contarle la verdad de por qué se quedaba calvo. Y así, con la ayuda de un
gran chichón en su cabeza, comprendió lo importante que era no engañar a los
niños y contarles siempre la verdad. Y Valeria, que seguía preocupada por su papá, dejó de buscar
ladrones de pelos, y le compró un bonito gorro de dormir.
jajajaja! efectivamente tenemos que hablar claro a los niños.
Un saludo! Lorena.
LAS ARRUGAS
Era un día soleado de otoño la primera vez que Bárbara se fijó en que el abuelo tenía muchísimas arrugas, no sólo en la cara, sino por todas partes.
- Abuelo, deberías darte la crema de mamá para las arrugas.
El abuelo sonrió, y un montón de arrugas aparecieron en su cara.
- ¿Lo ves? Tienes demasiadas arrugas
- Ya lo sé Bárbara. Es que soy un poco viejo... Pero no quiero perder ni una sola de mis arrugas. Debajo de cada una guardo el recuerdo de algo que aprendí.
A Bárbara se le abrieron los ojos como si hubiera descubierto un tesoro, y así los mantuvo mientras el abuelo le enseñaba la arruga en la que guardaba el día que aprendió que era mejor perdonar que guardar rencor, o aquella otra que decía que escuchar era mejor que hablar, esa otra enorme que mostraba que es más importante dar que recibir o una muy escondida que decía que no había nada mejor que pasar el tiempo con los niños...
Desde aquel día, a Bárbara su abuelo le parecía cada día más guapo, y con cada arruga que aparecía en su rostro, la niña acudía corriendo para ver qué nueva lección había aprendido. Hasta que en una de aquellas charlas, fue su abuelo quien descubrió una pequeña arruga en el cuello de la niña:
- ¿Y tú? ¿Qué lección guardas ahí?
Bárbara se quedó pensando un momento. Luego sonrió y dijo
- Que no importa lo viejito que llegues a ser abuelo, porque.... ¡te quiero!
Aquí os dejo este pequeño cuento, a mi me gusta y espero que a vosotras también, lo podéis leer en cualquier momento ya que trata del amor, la familia, la belleza, el ciclo de la vida... un saludo! Lorena.
ARAÑAS BUSCANDO CASA
PEDRO PABLO SACRISTÁN
El largo curso en la escuela de arañas había terminado. Por fin las jóvenes arañas estaban listas para salir en busca de su nuevo hogar.
Mientras preparaban la expedición, los maestros repetían la norma básica una y otra vez:
- Buscad una familia con ambiente de igualdad. Recordad, son familias más felices, y si os atrapan tendréis muchas más posibilidades de salir vivas.
El grupo de arañas pronto encontró una primera casa. Ñaki, una de las mejores alumnas, confirmó enseguida de qué tipo se trataba: era una familia “papá al sofá, mamá a la cocina” de auténtico manual, la más peligrosa de todas. Como era de esperar, la mamá y las chicas hacían casi todas las cosas, y cuando se les ocurrió pedir ayuda, los chicos se negaron a hacer nada que fuera “cosas de chicas”. ¡Y para ellos todo era cosa de chicas! Ñaki lo tenía claro, esa era la prueba definitiva de la falta de igualdad y de cariño. Si la atrapaban en aquella casa, le esperaría lo peor.
Siguiendo su viaje encontraron una familia distinta, donde chicos y chicas hacían todas las tareas. Las repartían con tanta exactitud, que no parecía haber mejor prueba de igualdad. “Hoy te toca a ti, mañana me toca a mí”, “Aquí, nadie es esclavo de nadie, yo hago lo mío, tú haces lo tuyo” decían. Pero Ñaki no quiso precipitarse, y siguió observando a tan igualísima familia. Le preocupaba la falta de alegría que observaba, pues se suponía que una familia con tanta igualdad debía ser muy feliz. Pero como todos hacían de todo, todos dedicaban mucho tiempo a tareas que no les gustaban, y de ahí su falta de alegría. Así que, aunque algunas arañas se quedaron allí, Ñaki decidió seguir buscando. Y acertó, porque aquella familia tan preocupada por repartir todo tan exactamente no pudo mantener un equilibrio tan perfecto durante mucho tiempo. Y así, olvidando por qué vivían juntos, terminaron repartiendo también la casa entre grandes disputas, y no se salvó ni una sola de las arañas que se habían quedado.
No tardó Ñaki en encontrar otra familia con aspecto alegre y feliz. A primera vista, no parecían vivir mucho la igualdad. Cada uno hacía tareas muy distintas, e incluso las chicas hacían muchas de las cosas que había visto en aquella primera familia tan peligrosa. Pero la alegría que se notaba en el ambiente animó a la araña a seguir investigando. Entonces descubrió que en esa familia había una igualdad especial. Aunque cada uno hacía tareas distintas, parecía que habían elegido sus favoritas y habían repartido las que menos les gustaban según sus preferencias. Pero sobre todo, lo que hacía única esa familia, era que daba igual si chicos o chicas pedían ayuda, cualquiera de ellos acudía siempre con una sonrisa. Y cuando finalmente, en lugar de “tareas de chicos o chicas”, o “tareas tuyas o mías”, escuchó “aquí las tareas son de todos”, se convenció de que aquella era la casa ideal para vivir.
ESCAPANDO DE UN SECRETO
PEDRO PABLO SACRISTÁN
Un cuento que trata sobre la comunicación familiar, para prevenir abusos.
"Enseñar a los niños a diferenciar secretos buenos(sorpresas) y secretos malos, algo clave para evitar los abusos sexuales"
"Enseñar a los niños a diferenciar secretos buenos(sorpresas) y secretos malos, algo clave para evitar los abusos sexuales"
Hace mucho tiempo, había un país en el que todo eran sorpresas: había fiestas sorpresa, regalos sorpresa, visitas sorpresa y mil sorpresas más. Niños y mayores las preparaban a escondidas con gran ilusión y cuidado. Luego, cuando llegaba el gran día, se descubría la sorpresa y todo se llenaba de alegría.Vivía en el país vecino el Señor del Silencio Oscuro, quien sentía tanta envidia por aquella felicidad continua, que decidió acabar con ella usando la peor de sus armas: los secretos. Los secretos eran casi idénticos a las sorpresas, pero había una cosa que los diferenciaba: ellos odiaban la fiesta y la alegría, y nunca querían salir totalmente de su escondite. Viajaban escondidos, siempre de una persona a otra, colándose en sus corazones, y usando mil trucos para no ser descubiertos. De todos ellos, su truco favorito era el miedo, haciendo creer que pasarían cosas terribles si se llegara a descubrir el secreto. Pero en todo lo demás el parecido con las sorpresas era tan grande, que el malvado pensó que nadie llegaría a diferenciarlos.Así que el Señor del Silencio envió a sus fantasmales sembradores de secretos al país vecino, y estos consiguieron llenarlo todo de secretos, miedos y susurros. Las sorpresas fueron desapareciendo, y apenas quedaban niños que no tuvieran atrapado el corazón por un secreto. Pero entonces Laura, una de aquellas niñas atrapadas, descubrió que su coranzoncito se estaba haciendo cada vez más pequeño y triste. Y superando su terrible miedo, le contó el secreto a su mamá para ver si podía ayudarla.El secreto voló veloz hacia el corazón de su mamá, dispuesto también a atraparla, pero al tocarlo explotó en mil pedazos, dejando libre a la niña ¡Menuda sorpresa! Nadie, ni siquiera el malvado Señor del Silencio, sabía que los secretos no pueden atrapar al mismo tiempo el corazón de una madre y su hija, porque están unidos por un amor especial que ni siquiera el miedo puede romper.Laura, sintiéndose otra vez libre y alegre, corrió a contárselo a todos sus amigos. Estos, según fueron hablando con sus mamás, vieron cómo sus secretos estallaban y obligaban a los sembradores de secretos a volver a su oscuro y triste reino. Y libres del miedo, y felices de nuevo, jamás volvieron a preocuparse por los secretos, pues sabían perfectamente cómo diferenciar una sorpresa de un secreto. Bastaba con contándoselo a mamá, porque al compartir sus corazones las sorpresas los llenaban de alegría y los secretos estallaban en mil pedazos.
Me parece un buen cuento para todos lo niños, ya que hoy en día desgraciadamente muchos reciben abusos y es horrible, y tenemos que hacer todo lo que este en nuestras manos para poder evitarlo.
Me parece un buen cuento para todos lo niños, ya que hoy en día desgraciadamente muchos reciben abusos y es horrible, y tenemos que hacer todo lo que este en nuestras manos para poder evitarlo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn cuento muy interesante chicas! Marta Lopez
ResponderEliminarMe parece muy muy interesante este libro y lo que intenta trabajar con los niños. Muy buen trabajo Ana V
ResponderEliminarMe gustan los cuentos porque son poco conocidos.
ResponderEliminarLidi:)
Muy chulos!! y el blog muy bonito chicas!!
ResponderEliminarBrenda.
que cuentos más chulos chicas, me los apuntaré todos como recursos. sandra p.
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